El Día Internacional de la Mujer, originalmente llamado “Día Internacional de la Mujer Trabajadora” por la influencia socialista de su génesis, se remonta a las luchas feministas internacionales de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Un trayecto muy conflictivo de la historia mundial, signado por las luchas por los derechos laborales, la expansión colonial de Europa, la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa, entre otros hechos significativos. En esos escenarios de gran intensidad y dramatismo, las primeras Internacionales de mujeres socialistas proclaman la necesidad de establecer un Día Internacional de la Mujer, como jornada de lucha y movilización para promover el derecho al sufragio de las mujeres trabajadoras y otras reivindicaciones laborales, sociales y políticas de vanguardia. Si bien en sus inicios se establecieron fechas diferentes según los países, se acordó el 8 de marzo en reivindicación del rol de las trabajadoras textiles, uno de los sectores de mayor precarización y que supo nutrirse desde sus orígenes de mujeres y niñas, dado que en ese día del año 1857 llevaron a cabo la primera gran manifestación en demanda de mejores condiciones laborales en Nueva York, que termina en una feroz represión.
Dentro de los hitos que es necesario destacar en esta historia, debemos mencionar el escenario del horror que se repite décadas más tarde (1911) en las industrias Triangle, en donde se produce un incendio de grandes proporciones en el que murieron 146 trabajadoras, en reclamo por medidas de seguridad, que incluían la necesidad de contar con salidas de emergencia y la prohibición de mantener las puertas cerradas durante la jornada laboral. La tragedia se podría haber evitado si se hubiera atendido a estas demandas a tiempo. Este trágico hecho quedaría grabado en la memoria colectiva.
En virtud del sacrificio de todas estas mujeres, el 8 de marzo fue incorporado en el calendario oficial de Naciones Unidas en 1975 como fecha de conmemoración de estas luchas y el protagonismo de las mujeres, tantas veces invisibilizado. En los últimos años, la conmemoración tomó un nuevo matiz al compás de los cambios producidos en el movimiento feminista internacional. Es importante destacar algunos de los hechos que contribuyeron en este proceso. El llamado al paro de mujeres en marzo de 2017 es producto de una articulación feminista internacional que comienza en Polonia, a principios de octubre, donde a la huelga de mujeres le sigue una marcha multittudinaria para detener el proyecto de prohibición del aborto en el país. Por otra parte, se suma como un hito relevante el llamado «miércoles negro» en nuestro país, cuando convocadas por el colectivo Ni Una Menos, una multitud de mujeres marcharon el 19 de octubre de 2016 para reclamar, una vez más, por políticas efectivas que sancionen y prevengan las violencias de género. De la misma manera, a finales de ese mes de octubre de 2016 en Islandia, las mujeres del país nórdico más igualitario del mundo ingeniaron un método novedoso para dejar al descubierto la persistente plusvalía masculina: ellas detuvieron sus actividades (rentadas y domésticas) a las 14:38 hs., momento en el cual, cumplirían con su jornada laboral si sus ingresos (y por consiguiente la plusvalía que se extrae de su trabajo) fueran iguales a los de los hombres. Medidas similares ocurrieron en Francia, durante el mes de noviembre. La idea fue clara: si nuestro trabajo no vale igual, produzcan sin nosotras.
Si nos remitimos al caso argentino, que nos tiene como protagonistas directas, la masividad de las concentraciones propuestas con la consigna #Ni una menos, demostró nuestra enorme capacidad de movilización. Por tal motivo, a nadie sorprendió el nivel de participación que alcanzamos durante el Paro de Mujeres del 19 de octubre de 2017, el primer paro de mujeres en la historia de Argentina y de América Latina. Utilizar la herramienta del paro nos permitió poner en escena la trama económica de la desigualdad y de la violencia patriarcal; y además fue una enorme demostración de poder, al corrernos del lugar de víctimas para emerger como un sujeto político activo y consciente de su fortaleza, por un lado, y como productoras de valor en la sociedad, por el otro. El Paro de Mujeres nos permitió complejizar la categoría de trabajadoras y pudimos evidenciar que no sólo es trabajo el rentado y formalizado; es también trabajo el doméstico, el informal, y debe incluirse en él a todas las formas de asociación autogestivas. De la misma manera, las últimas movilizaciones han incorporado las reivindicaciones de otros colectivos sexo genéricos que luchan por la igualdad, el reconocimiento y el ejercicio pleno de sus derechos; con objetivos de política pública claros, como la necesidad de contar con un cupo laboral trans y la visibilización de los crímenes de odio, travesticidios y transfemicidios. En esta fecha tan particular, lxs invitamos desde el Programa de Género y Diversidad de la UNLC a reflexionar sobre las causas de la conmemoración de esta fecha y a proseguir la lucha frente a los desafíos pendientes.
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